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Chucrut, taekwon-do y motivación: un equipaje polaco

Hay una canción que dice que “las cosas siempre suceden, las más hermosas son sin querer”.

Un par de meses atrás, por una de esas casualidades encontré en Internet la invitación al Summer Camp de Polonia. Diez días de puro taekwon-do fue lo que vi en el papel, lo que imaginé. Idealicé cada minuto, puse imágenes a lo que sucedería, creí saber de lo que se trataba. Después de hacer las gestiones necesarias y de encontrar en Maximiliano Montiel y Alberto Barsemanto dos grandes compañeros de viaje, el día 1 de julio me vi en un avión rumbo a Varsovia.



Sólo el vuelo fue como creía… Después vino todo aquello que me hizo entender que nada es como uno lo imagina, y que vale la pena dejarse sorprender. Entonces llegaron una cultura diferente, una idiosincrasia y un ritmo de vida distintas, unos maestros cercanos, otra manera de entender el taekwon-do, y un cúmulo de vivencias que no puedo dejar de compartir con mis alumnos, mis compañeros y todos quienes amáis el taekwon-do.

Biala Podlaska
Tardé varios días en aprender a pronunciar el nombre de este pueblo. Allí fue el Summer Camp. Y allí estábamos Maximiliano, Alberto y yo, los primeros en llegar al Sport Club que se colmaría de casi 300 practicantes de taekwon-do provenientes de distintas ciudades de Polonia, Ucrania, Rusia, Bélgica, Irlanda, Inglaterra, Kenia, Estados Unidos y, por supuesto, España.
Después de acompañarnos a comer al centro, Marius, nuestro chófer del aeropuerto a Biala Podlaska, nos dio un apartamento para tres en un bloque interno del Sport Club y nos dijo que el maestro Loboda, presidente de la federación polaca y de la federación europea estaba por llegar.  Así fue, después de asentarnos en nuestras habitaciones, bajamos a registrarnos e informarnos y allí estaba. De bermudas y bromeando con la gente, me costó reconocerlo. No esperaba que fuera tan cercano, y aquí mi primera sorpresa. Afortunadamente lo era y hasta pudimos compartir risas y diversión.
Esto anticipaba el buen ambiente que reinó durante todo el campamento. Pero no todo fueron risas… Había que ponerse el dobok.

Sudor
Tres entrenamientos diarios, dos de ellos de dos horas, y a la noche clase de defensa personal o consultas con el maestro Jerzy Jedut o el sabum nim Suska. Al terminar todos los entrenamientos, creí tener que tirar a la basura los cuatro doboks que había llevado. En cada sesión podía escurrir toda la ropa, incluso el cinturón, que ya ha tomado un color blanco por la transpiración. Lejos de ser un dato desagradable, simplemente quiero reflejar la intensidad del trabajo con el maestro Jedut, quien inagotable en conocimiento, paciencia, templanza y presencia supo combinar diversión, exigencia física y claridad técnica durante las 360 horas de clase que dio durante el Summer Camp.

Otro taekwon-do
Viajar es conocer. Y aquí estuvo más que claro que participar del Summer Camp de Polonia fue descubrir una forma diferente de hacer taekwon-do. Una metodología que claramente explica por qué los competidores polacos son de los mejores del mundo. Su mentalidad y predisposición ante el trabajo es completamente de entrega en cada segundo. El cuidado por los detalles y por la fortaleza física siempre están ahí. Todo se puede hacer, hay que intentarlo, y divertirse haciéndolo. Paso a paso, al objetivo se llega, y esto quedó más que claro al final del campamento, cuando nos encontramos haciendo técnicas que no creíamos poder hacer sin mucho tiempo de práctica. Sin embargo, allí estábamos en la última sesión, pateando cual polaco, miles (y no es una exageración) de patadas por entrenamiento, como si nada.



Un maestro como pocos

Desde la primera noche en la que estuvimos hablando un par de horas con él, pudimos ver en el maestro Jerzy Jedut toda la simpleza que no todos los maestros saben tener. Con humildad se llevaba toda la atención de cientos de cursillistas, todos callábamos ante sus explicaciones, con presencia hacía que cada uno de nosotros diera todo a cada momento. Jedut es un maestro metódico, que deja espacio a la diversión, que ríe con los alumnos y que los sentencia con dulzura cuando algo no está saliendo como él quiere. Es notable cómo sus alumnos le respetan, le oyen, le siguen. Y para esto no necesita imponerse, porque sabe que su conocimiento lo representa, está por delante. Su cinturón ni siquiera dice 7mo. dan, porque como pocos, no necesita que nadie lo sepa.  Aprender de él, hablar de tú a tú con él, sus miradas de “puedes dar más”, sus gestos de “buen trabajo”, su atención constante a que lo estuviéramos pasando bien, sus ratos sacando fotos; todos estos momentos hacen que lo recordemos como un maestro sin traje de maestro, un ser que vale por lo que es y no por lo que dice su tarjeta de visita (que por cierto no tiene).
 
Comer o no comer en el Summer Camp
El menú habla por sí mismo. El pepino fue elocuente. El fiambre, una empalagosa necesidad. Las excentricidades, un gran aperitivo.
El desayuno de 7.30 a 8.30, la comida de 13 a 14, y la cena de 19 a 20, a plena luz del sol.
Por la mañana el té amenizaba las tres rojas de pepino, cuatro de algún embutido, una pieza de pan, un yogur y unos cereales con leche. Al mediodía empezaban las sorpresas: siempre sopa, seguida de un plato de chucrut o una pasta rellena, o algo de carne o pescado siempre acompañados de verduras o puré de patatas. Por la noche, más fiambre, más pepino (a veces tomate), y algo más. ¿La bebida? Té.
El plato estrella merece un apartado especial. Todo ocurrió cuando me anticipé a Maximiliano y Alberto y me fui solo a comer. A medida que entraba al comedor, veía en las mesas unos platos rosas… Algo raro estaba pasando esa tarde. Llegado a la línea de servicio me sirven un plato de pasta con una salsa rosa. Me senté ante él con un incierto respeto. Pinché sin pensarlo y llevé dos fideos a mi boca. En mi mente pasaron dos conceptos: “¡está frío!” (la pasta se puede comer fría, sí, pero…) y “¡es salsa de fresa!”. Así es, la especialidad de la casa: pasta fría a la salsa de fresa… Yo ya había bajado varios kilos en cuatro días y con tanto gasto calórico me comía lo que fuera… Así que todavía llevo conmigo ese delicioso plato de fideos con fresas. Maximiliano y Alberto llegaron después y no pudieron creer (ni comer) las delicias del gourmet. Y muchos alrededor también dejaron las espirales para otra ocasión.
Una curiosidad: ni una fruta durante todo el Summer Camp.

Primera vez
Este viaje significó la primera vez en que representantes españoles participan en un Summer Camp de Polonia, algo que ha sido destacado y agradecido por los organizadores y maestros. Por nuestra parte, devolvemos esas gracias a ellos y las extendemos a nuestros compañeros de curso, especialmente a Pascal, Marcin, Lindsay, Marius, Michael, Greg, Luc… y muchos más.

Alejandro Veyssiere


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